Cuando el tiempo se escapa y las ganas también

Hace mil que no publico en el blog. Por una cosa u otra, lo dejo para después y, así como quien no quiere la cosa, pasa el tiempo y sigo sin escribir. La verdad es que debería sentarme a terminar programas, planificaciones de clase, materiales didácticos… y hacer un par de trámites. ¡Qué fiaca!

Recién estamos en marzo y ya siento que necesito vacaciones de nuevo.... ¡Momento! ¿Acabo de decir recién estamos en marzo? Mejor dicho, ¡ya estamos a mitad de marzo! ¡Cómo vuela el tiempo!… sobre todo los fines de semana. Propongo que hagamos campaña para que el finde dure al menos tres días, como aquella publicidad de Quilmes y el día extra bautizado Osvaldo. ¿Se acuerdan?

Dios, qué manera de divagar. No me extraña que esté atrasada con todo y llena de pendientes, cosa que odio. Necesito tiempo para reconectar con lo que me gusta y me da placer: leer, escribir, cocinar, pasear y desconectar de la rutina. Pero, en vez de eso, estoy sumergida en una vorágine diaria que no me da respiro.

Para colmo, no conforme con eso, me anoté en una maestría. ¿Quién me manda?!!! No me malinterpreten: me encanta estudiar y, de vez en cuando, enfrentar algún que otro desafío intelectual. Me resulta estimulante y, a la vez, necesario. Solo que, por momentos, me arrepiento.

Igualmente, aún no está confirmado que empiece, ya que sigo en la etapa de admisión y no sé si quedaré seleccionada entre todos los inscriptos. Así que, si empiezo o no, se lo dejo al destino.

Mientras tanto, intentaré hacerme un rato para escribir más seguido. O al menos, para que no pasen otros mil años hasta la próxima publicación.

Por lo pronto, me voy a calentar una sopita de calabaza que hice aprovechando el frío y de paso les dejo esta preciosa ilustración de Esther Bennink, una de mis artistas preferidas.

¡Nos vemos!