Hace tiempo leí un artículo sobre las llamadas “Mamá Alfa”. Son algo así como mujeres con súper poderes. Combinan a la perfección el trabajo, la familia, el hogar, su vida social y personal. Son profesionales exitosas, hacen ejercicio, comen sano, se visten a la moda, sus hijos y casas parecen salidos de una revista, hacen las compras en tacos, viajan, meditan, asisten a eventos de todo tipo, practican varios hobbies (sí, en plural), y al final del día llegan frescas como una lechuga. Aparentemente la menopausia ni los desequilibrios hormonales les son un problema. Jamás olvidan aplicarse sus cremas de belleza y siempre pero siempre tienen energía para todo. Sexo incluido.
Inmediatamente después de leer semejante descripción sentí admiración, luego envidia, más tarde decepción de mí misma. Hasta que por fin entendí que había dos opciones: o era un chiste de mal gusto o bien nos estaban vendiendo gato por liebre. ¿Acaso no son suficientes las presiones y obligaciones que como madres y mujeres enfrentamos todos los días como para que encima nos refrieguen por la cara semejante espécimen? Si bien desconfío de todo aquello que se nos muestra como perfecto e inmaculado, no voy a poner en duda que tales mujeres existan.
Soy mujer, mamá, profesional, emprendedora y hago de todo un poco para mantenerme activa. Trato de hacer lo posible para estar presentable y saludable, aunque la mayoría de las veces me ganan la tentación y el cansancio. Por lo tanto, no me considero una mami alfa, beta, gamma ni el resto del alfabeto. Y estoy segura que a varias les pasa lo mismo. La realidad es que la mayoría, lejos de la perfección, intentamos hacer lo mejor que podemos, como podemos, cuando podemos. Y si fallamos, ya habrá oportunidad para mejorar o embarrarla aún más. Somos conscientes de que no todo lo que brilla es oro y sin dudas, al menos para mí ya sea por conveniencia o gusto personal, es mucho más atractivo el lado caótico; antipoético; divertido de la maternidad y en definitiva de la vida misma.
Ph: Pinterest
Comments