Luego de intentar de manera muy superficial, recrear la hiperidealizada vida de una ama de casa de los años cincuenta, llegué a las siguientes conclusiones:
Simpleza, trabajo duro, ingenio y austeridad son las cualidades que caracterizaban a las reinas del hogar. Si hay algo que tenía en claro el ama de casa de los ´50 es que no hacía falta gastar una fortuna para que el hogar luciera reluciente, vestir a la familia y alimentar a todos. Lo que implicaba un alto costo para sí misma. Como decía Lita de Lázzari ¡hay que caminar señora!, ¡y sí que caminaban!
Lo anterior explica cómo es que muchas se mantenían en forma a pesar de lo que comían. Si bien la comida casera es lo mejor, no podemos ignorar la cantidad de carbohidratos, grasas y dulces que contenía la propuesta gastronómica de la época. Por un lado, producto de las recomendaciones médicas vigentes y por otro, de lo económico y rendidores que resultaban aquellos ingredientes.
Por otro lado, al no recurrir a la tecnología advertí la cantidad de tiempo que pasaba en el celular e internet. Tiempo que dediqué a las tareas domésticas y cuidado personal. Convengamos que no me ocupé de aquellas actividades sociales que toda reina del hogar solía realizar.
El experimento lo hice en las vacaciones de verano. Esto significó que no tuve que cumplir con obligaciones laborales ni con los horarios habituales de mis hijos como llevarlos al colegio, a sus actividades extracurriculares, etc. Lo que fue un plus de alivio importante. Por otro lado, recordemos que a la que se le ocurrió la maravillosa idea del experimento fue a mí, de modo que no pretendía arruinar las vacaciones de mis hijos haciéndolos madrugar ni nada por el estilo. Eso sí, lo que intenté respetar fueron los horarios habituales de las comidas principales y sueño, más que nada para aprovechar el tiempo de descanso haciendo otras cosas que nada tienen que ver con videojuegos, maratones en Netflix o perder tiempo con el celular.
Más allá de lo dicho, cuando conté por primera vez que iba a recrear la vida de una ama de casa de los años cincuenta, adelanté que algunos de los motivos por los que decidí hacer la experiencia tenían que ver con mi curiosidad acerca de la posibilidad de reproducir aquel estilo de vida sumando a mi necesidad de pasar las vacaciones de un modo distinto. Pero éstos no fueron los únicos.
Luego de pensarlo y realizar el experimento entendí que la idealización de la época y la vida de una ama de casa de los 50 (aún a sabiendas de lo que se esperaba de ella) se debe, en mi caso, a varios motivos.
Para empezar, creo que Hollywood logró implantarme el imaginario de los cincuenta y la nostalgia vintage de aquellos tiempos supuestamente mejores, sumado a lo que se conoce como “American way of life” que tan bien nos supieron inculcar.
Al haber crecido viendo películas y series norteamericanas idealicé aquel estilo de vida. La década de los `50 y su estética simbolizan de alguna manera el apogeo de los valores estadounidenses como la libertad; el éxito; la prosperidad y el consumo, entre otros. No es mi intención comenzar acá un debate al respecto. Pero, sabemos que no todo lo que brilla es oro y que el estilo de vida estadounidense, así como tiene sus cosas buenas también tiene sus cosas no tan buenas. You know?
Respecto a recrear la vida de una ama de casa, supongo que se debe por un lado a que me comí el verso del glamour y felicidad asociado a la figura de la reina del hogar. Su look femenino, prolijo y cuidado al detalle, que además mantenía en perfecto estado mientras realizaba las tareas domésticas, horneaba deliciosos pastelitos para su familia y todo con una sonrisa, me hizo creer en una vida idílica.
Por otro lado, no cabe dudas que su realidad es muy distinta a la mía. A diferencia de ella yo me la paso en el ámbito público la mayor parte del tiempo, trasladándome de un trabajo a otro, llevando a mis hijos a sus respectivas actividades, subiendo y bajando del auto tantas veces al día que pierdo la cuenta. Cuando estoy en casa, paso horas trabajando frente a la computadora. Eso sumado a tener que cumplir con plazos y horarios laborales, hace que más de una vez anhele aquella otra vida, aun sabiendo todo el trabajo que implica. Porque además de ser profesional también me ocupo de las tareas domésticas yo solita.
Por último, no puedo ignorar la ausencia de mi esposo que tanto se hace notar. Ahora que lo pienso, para Gastón lo ideal era que yo me dedicara a la casa y los chicos, pero respetaba mi decisión de haber estudiado una carrera y ser profesional. De hecho, hubo un tiempo en que hicimos el intento y solo me ocupé de ser esposa, madre y ama de casa. Debo confesar que, si bien no la pasé mal tampoco lo soporté y terminé retomando mi vida laboral seis meses después. Lo irónico es que hoy daría lo que fuera por verlo llegar a casa después del trabajo mientras lo espero con el mate listo y nos contamos como fue nuestro día.
En fin, más allá del experimento en sí mismo y teniendo en cuenta mi experiencia, creo que el ser humano es en esencia un ser inconformista. No hay dudas que deseamos aquello que no tenemos. Soñamos con vivir otra vida. Y sea cual sea el momento en el que hayamos nacido, así como los personajes de la película “Medianoche en París”, anhelaremos vivir en un tiempo pasado que, seguramente y en nuestro imaginario, fue mucho pero mucho mejor.
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