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Foto del escritorVerónica

La dieta



 

La hora de la comida es a mi entender uno de los momentos preferidos del día. Es ahí cuando podemos sentarnos a disfrutar en familia de un rico almuerzo o cena,  compartir como fue nuestro día, hacer planes, opinar sobre diversos temas, etc.


Pero claro, antes hay que pensar en el menú; comprar y reunir los insumos necesarios; cocinar; poner la mesa; llamar a todos; servir la comida; traer lo que faltó (siempre falta algo) y una vez finalizada la sobremesa hay que levantar y lavar los platos.


Todo esto para cada comida…. todos los días…. por el resto de tu vida…


Obviamente, pensándolo así resulta algo tedioso. Pensarlo en el contexto de Argentina, es cuanto menos sentirse un afortunado. Si además tenemos en cuenta la dieta de los años `50, es milagroso seguir vivo considerando algunos de los consejos nutricionales de la época.


Cuando me puse a buscar recetas para preparar las comidas durante el tiempo que dure la experiencia me resultó difícil seguirlas sin que representen un atentado a la salud propia y la de mi familia. Muchos de los trucos estaban relacionados con el ahorro y cuidado de la economía en la preparación de las comidas. Eso implica hacer un uso racional y austero de cada ingrediente, lo que no está mal. De hecho muchos de los consejos como el reciclado de ciertos alimentos es algo que practico cotidianamente, sin embargo hay otros que prefiero pasar por alto.


Por ejemplo, en la revista Mucho Gusto Nº31 de 1949 encontramos un artículo titulado “No desperdicie nada en la cocina” en el que se aconseja lo siguiente sobre la grasa sobrante al cocinar panceta.


“La grasa de la asadera se recoge una vez lista la panceta. El procedimiento es muy fácil, pues al quitar la rejilla se saca todo al mismo tiempo, quedando la grasa en el fondo. Después de haber utilizado una vez esa grasa para freír papas, huevos o lo que se prefiera, puede volver a guardarse, pero esta vez colada por medio de un lienzo muy fino”



Que quede claro que me parece perfecto ahorrar dinero y no desperdiciar alimentos, pero hemos avanzado mucho en materia de nutrición como para saber que este tipo de trucos atenta contra la salud cardiovascular de cualquier cristiano y que lo que ahorremos en aceite se irá luego en cirugías coronarias y medicamentos.


Por otro lado, muchos de los platos requerían ingredientes que tal vez eran más comunes y fáciles de acceder en esos momentos. Me encontré con recetas a base de carne de cordero, pavo, lengüitas, sesos, hígado, riñón, por mencionar algunos. Si bien solemos comer los dos últimos muy de vez en cuando, los anteriores no son algo habitual en nuestra dieta. Sumado a éstos ingredientes, encontré muchos platos que incluían cebada, sémola y maíz, como el locro que era algo muy habitual y ahora consumimos solo en las fiestas patrias.







Más allá de lo dicho, debo admitir que un ama de casa de los ´50 tenía muy en claro cómo alimentar a su familia con platos caseros, sabrosos y bien elaborados, contando con un presupuesto bastante acotado. Lo que a mí particularmente me resulta admirable.


Además, descontando algunos de los consejos mencionados, lo platos requerían el uso de ingredientes nutritivos, preparados a conciencia y nada de ultra procesados. Cuando mucho se apelaba a algunas comidas en lata para salir del paso. Eso, sumado al tiempo compartido en familia sin mediar tecnología es algo que creo deberíamos retomar. Por supuesto, hablo desde mi experiencia personal.


Dicho esto, es hora de dejar el blog a un lado, ponerme el delantal y comenzar a  preparar la cena, que hoy constará de un pollo relleno a la cacerola y de postre torta morena.


Por si les interesa, acá abajo les dejo las recetas.





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